Texto: Tales of the North.



Comienzo a empacar antes de tiempo. Lleno una mochila grande de ropa, desde camisetas de manga corta hasta un chaquetón que te hace parecer un muñeco inflable. Luego agarro otra mochila mas pequeña que lleno con comics, un portátil, un bolígrafo, una libreta, y que dejo abierta para que llegado el momento comience a meter la comida para el trayecto. Aún no se acerca ni la hora, pero tengo más que vigilado el billete de viaje que pone “Cartagena - Oviedo”, porque lo que es el de vuelta, como si se pierde. De este modo tan particular, o para mi, como una ceremonia, comienzo a prepararme para emprender de nuevo otro viaje hacia tierras lejanas. Son tantos los nervios que de tan solo pensarlo se me congela una sonrisa en el rostro. No pienso demasiado en el hecho de que es un viaje en un espacio bastante reducido y que durará unas 13 horas con 30 minutos, no pienso en el hecho de que acabaré con el culo más plano que una tabla, no pienso en el hecho de que tendré que volver a fin de cuentas. La idea de bajarme del autobús, tras esas deseables 13 horas con 30 minutos, poner un pie sobre el asfalto, respirar el aire aún ensuciado por los autobuses en marcha, me embriaga. El pensar que volveré a sentirme emocionado estando en aquella ciudad tan emblemática para mí, que genera un vuelco de emociones dentro, es incomprensible. Supongo que la gente mirara y no comprenderá porque pego botes cuando bajo del vehículo, o porque me tiro dentro del maletero para sacar la mochila grande que cargare lo más rápido que pueda (esto es un recuerdo de cierto campamento que aconteció en las tierras que visito), o porque salgo disparado hacia el exterior de la terminal para toparme con las calles. La gente que allí se encuentra está acostumbrada, desconocen la fuerza y la emoción que se apoderan de mi cuando puedo estar en ese sitio. Tan solo esa sensación es suficiente para soportar las 13 horas y 30 minutos, que tampoco son insoportables, por algo cargué la mochila pequeña con un ordenador, una libreta y un bolígrafo; matar el tiempo, el aburrimiento y los nervios. Aunque claro, esa pequeña sensación, en ese momento, a pesar de que sea más que suficiente para haber pasado esas 13 horas y 30 minutos, es pequeña en comparación con todo lo que me espera. No vuelvo a aquel sitio solo porque el lugar sea cautivador, que sin duda se ha ganado mi cariño, mi deseo; sino, es en realidad por la gente que allí tengo por la que el sitio representa tantísimo. Si hubiera un reino al que defender, portaría capa, escudo y espada en nombre de esa ciudad. Y sí, es que allí hay tantos tipos de gente para mí, tantos tipos de personas capaces de crear tantos tipos de emociones, tipos de personas que crearon en su momento, hace ya un tiempo atrás, muchas emociones y recuerdos. Si pudiera hablar de ellos diría que hay personas que son bastante mas pequeñas que yo, algunos tan solo un poco, y también los hay quienes me superan en edad, ya sea por poco o con creces. También hay personas con las que verlas te generan millares de recuerdos, y otras que recuerdas pero no tienes tanto para recordar. Personas que te dieron tu primer beso, o personas que te dejaron con la ganas de más de uno. Personas con las cuales el silencio es suficiente, y personas con las que es imposible mantener la boca cerrada. Y todas estas personas están allí y son algo para mí. Con estas razones, 13 horas y 30 minutos no son nada; un segundo con ellos vale para aguantar todo ese viaje… ¡ponedme otras 13 horas y 30 minutos de viaje si me dais tan solo una tarde mas para disfrutar!. Todo vale como pago para el viaje, todo es un pago justo. Desde escucharles hablar con su acento tan particular, ese acento que endulza y emboba mis oídos, es un pago mas que justo. Incluso el verles a lo lejos, ya genera una alegría, y más cuando ves que se acercan hacia a ti, en ese instante en el que empiezas a preguntarte “¿Y como le saludo…?”. Sin duda, 13 horas y 30 minutos son pocas. Y así, de esta manera, me enfrento un momento de alegría plena, ¿qué más se puede esperar? Estando ya allí, comienza el momento de organizarse, tantas cosas por hacer, tantas cosas por disfrutar, y tan poco tiempo. Por mucho que me organice, siempre cuando vuelvo a subirme al autobús que me devolverá de donde vengo, otras 13 horas y 30 minutos, empiezo a recordar cosas que no he hecho, dicho, o escrito, y comienzo a lamentarme, aunque acabaré diciendo que “Para el próximo viaje”, aunque luego vuelva a pasarme lo mismo. Al menos, me acuerdo de todo, aunque sea en los momentos finales. De este modo tan particular, intento controlar lo que me toca, aunque siempre se me desmadra. De esta forma tan especial, intento calcular los acontecimientos, aunque nunca he sido bueno en matemáticas. Solo puedo esperar a que se comiencen a escribir las páginas en mi memoria de estos días, y a que sean tan memorables y épicas para mi como lo fueron antes. Solo les faltan seres mitológicos recorriendo los lares por los que me muevo… aunque no son necesarios para que esto sea un texto épico cuando tienes en tus recuerdos las palabras de una amiga diciéndote “Eres mono Fer”, en medio de la calle, cuando lo más sentimental que te había dicho era un “Escoria” con una sonrisa… aunque es posible que esa personas si tenga algo de mítico. Sea como fuere, volveré a escribir otra página más, otro capítulo más, otro que también será corto, una parte más de mi cuento en el norte, los cuales escribiré en mi mente, así que, todo aquel que quiera leerlos solo deberá hablar conmigo y pedir que los cuente… aunque aseguro, solo parecerán verdaderamente mágicos y llenos de emoción para mí, no espero que cautiven corazones ajenos al mío. Son mis recuerdos, o mejor dicho nuestros, por eso son especiales solo para los que afectan de verdad. Recuerdos por 13 horas y 30 minutos, que pago verdaderamente bajo, ¿no crees?
-------------------------------------------
Hacía mucho que no publicaba nada, y bueno, esta es una ocación mas que indicada. Feliz navidad, año nuevo y pascua, ya que estamos. Estoy muy satisfecho con el resultado de este texto, si señor, tiene fuerza.

Texto: Calles vacías... ciudad de carencias.

Sí, es como deambular a oscuras. No ves nada, por lo tanto nada te llama la atención. Sí, es como deambular sordo. No oyes nada, por lo tanto nada te llama la atención. Sí, es como deambular sin tacto. No sientes nada, por lo tanto nada te llama la atención. Las calles se vuelven vacías, vacías y repetitivas, que hasta la basura que camina a tu lado parece la misma de ayer. El color del cielo por el día tan brillante e infinito parece la oposición a la ciudad en la que vivo. Un lugar que poco a poco va perdiendo los sueños que plante en él y todo se vuelve tan real que, sin ninguna duda, es aburrido. Quizá todo se deba a que crezco, y que la ciudad se me queda pequeña, y que cuando era un crío todo me parecía tan grande y llamativo que me cegaba... pero no, no es eso. Simplemente es que las flores que crecen aquí se entornan alrededor de mí y me quitan cualquier libertad, cortan cualquier sonrisa, ahogan cualquier carcajada y encima se beben mis lágrimas sacando sus raices de los suelos rocosos. El día a día, tan vacío, en esta ciudad es como una tortura ancestral, una espiral de desquicio que golpea tan profundo como el propio negro ébano que poco a poco inunda mi cerebro, ese negro que caracteriza todo lo malo... la negatividad, el odio, la soledad, la violencia. Ya ni mis propios pilares de apoyo se salvan, se vuelven en mi contra y se derrumban sobre mi cabeza, sobre mis ideales, se vuelven una carga en la espalda que no hace más que empeorar la situación y que flaquee para huír de todo... o más bien para atarme en contra de la mínima voluntad que siempre he poseido. En el fondo busco a alguien, a algo, un sitio... eso es... un sitio que me de paz, que me de alegría, que me de amor, un verdadero lugar donde sentirme yo. Y así, encontrar ese camino que recorrer con la fuerza, el anímo y la alegría de un cielo celeste brillante; esa gran carencia en esta vacía ciudad.

...Clientes*