Texto: El sueño de un músico...

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Se encontraba tirado en el parque, y junto a él había posado el estuche con la guitarra. Primero miro varias veces a alrededor, y tras apollar su espalda en el árbol echo una rápida vista al cielo que se dejaba entrever entre las ramas y las hojas verdes. Extendió su mano hacia el estuche y se lo acerco arrastrándolo por la hierva humedecida con el rocío. Al tenerlo más al alcance destrabo una a una y lentamente los cierres y levanto la tapa. La bella guitarra roja color cereza, electroacústica, brillaba con el sol que incidía en su cuerpo principal. Al verla sonrió y la saco cuidadosamente del estuche posándola en sus rodillas boca arriba. Podía ver como su sonrisa se reflejaba en aquella guitarra, una sonrisa que nunca le había gustado, pero que esa mañana, en ese reflejo, veía especial. Introdujo su mano en el bolsillo sacando una casi ya inexistente púa. Las cuerdas al tocar habían hecho grandes estragos en la forma y apenas quedaba una punta que sobresalía entre los dedos pulgar e indice. Se coloco la guitarra bien para tocar, apollándola sobre su rodilla derecha, mientras por el mástil deslizaba, apollando el pulgar, su mano izquierda hasta llegar al cuerpo. ¿Qué sentía en ese instante? ¿Eran recuerdos que llegaban a él a travez de ese tacto de madera, o simplemente el sentir de lo que dentro de poco sería una melodía? Primero dejo sonar las cuerdas al aire, haciendo que el soniro se mezclara con el batir de las alas de los pajaros que se alejaban de aquel árbol, lo que hizo que al volver a mirar arriba una sonrisa de amargura le inundara. El viento se alzo derepente y ates de que empezara a tocar le envolvió la cara con su cabello. La brisa fresca recorrió su cuerpo, y mientras pasaba por su cuello no podía evitar que los escalofríos golpearan su espalda. Mordió su labio inferior con fuerza. A pesar de los esbozos de alegría que hasta entonces había dibujado, parecía ahora consumirle por dentro una ira y un arrepentimiento dignos del hombre menos querido del planeta. Aquella briza que había soplado, y poco a poco se tornaba en un viento tormentoso había hecho volar unos papeles que guardaba en el estuche. Facturas, deudas y denuncias recorrían ahora, absorviendo en sus propios cuerpos el rocío que estaba aún en la hierva. Era ya un adulto con problemas, en el cuerpo de un chaval de dieciocho. Inteno llegar al mundo a traves de su música, pero con tanta fuerza y empeño acabo olvidándose de los valores como la amistad, la familia o el amor. Ahogaba sus frustraciones en chupitos nocturnos y tardes donde se jugaba la suerte por aburrimiento. Su vida, la música, se había llenado de gente que solo lo hacía fracasar, de que sus melodías se volvieran mudas y carentes de fuerza para sonar, y así, con su mente al borde del destrozo acabo perdiéndolo todo, y se encontraba allí, esperando sentado a su destino, con un viente que ya golpeaba fuertemente con polvo su cara, e incluso haciendose un caos mental aún mayor al ver que aquellos pajaros volaban al haberse alejado de él tras sonar aquella guitarra, y por último, ya harto de esperar, enfilo la guitarra con sus ojos, clavo los dedos de su mano izquierda en las cuerdas, su mano derecha areto fuertemente aquella desgastada púa, tanto como el mismo, y como si hubiera arrancado su corazón y lo usara de ritmo, comenzó a interpretar una melodía tan melancólica que haría apenar hasta el corazón más oscuro y pintado de ébano que hubiera en el mundo. La tristeza del momento llego a tanto, que hasta el árbol lloro sus ramas. El viento que asotaba fuertemente hizo quebrar una de las ramas mas grandes del árbol, que se desprendió hacia él. Alejo su guitarra para que esta no sufriera el menor rasguño, mientras la rama se cernía sobre él. Había caido sobre su cocsis, rompiéndole este, y con una rama mas fina atravesándole el estomago. Aquello le parecía lo más justo, ya que él se había dejado llevar por su sueño, y prefería abandonarlo todo dejando sus huellas en aquello por lo que todo lo perdió. Me acerqué a él, mirando su cuerpo ya moribundo, que esbozaba una sonrisa. El niño que yo era no comprendía la situación, ni entendía el porque de aquella cara alegre que manchaba el verde con el carmesí de su sangre. Escuche sus últimas palabras cantadas que me decían de tomar esa guitarra. Tras tantos años que han pasado, tantas heridas en mis dedos, al fin conseguí sacar aquella última melodía que conmueve tantos corazones. Ahora entiendo su sonrisa, ahora sé que sabía que aquello si era su verdadera música y al fin la había sentido a pesar de que fuera lo último que escuchase... ahora sin estar aquí, su sueño está mas presente que nunca.
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Bueno, es otro texto como el anterior... intento buscar el pequeño lado positivo de la historia que narro... y es lo que debería hacer yo ahora mismo, la verdad... ojala alguien me narrase mi historia y me diera ese "halo de luz que siempre hay" y que en ella se esconde. 
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1 opiniones:

María (LadyLuna) dijo...

Sigue brillando, pequeña luciérnaga (sé que puedes pensar que no tiene nada que ver con lo que has escrito, pero con que me entiendas me vale).

Ah... Podrías escribir con la letra algo más grande :) Que me dejo la vista cada vez que te leo xD

Rawr!

...Clientes*