Texto: Goodbye my earth...

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Un poco de mi mundo, a ver que tal... joder, va a ser verdad, me encantan los insultos, madre mía, sí es que le dan un aire tan desahogador que me quede mas ancho que largo.
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Las calles se tornan repetitivas. A la vuelta de la esquina no habrá ningún demonio queriendo ofrecerme el negocio del siglo por mi alma. No caerá delante de mí ningún cuerpo que saltase desde una azotea para romperse la crisma y despedirse de todos los presentes bañándolos con su más dulce sangre, y doy gracias por ello. No me encontraré ningún billete de alto precio que vuela incesante y como un demente me hace perder la cabeza para perseguirlo. Será imposible poder encontrar un callejón donde se encierre la mayor acción de cualquier película de jóvenes macarras. Un sitio en el que no abriré mi ventana y a lo lejos, frente a mí, se extenderá una torre de cristal que crea la ilusión de que el cielo se precipita en un remolino de celeste hacia nosotros. En esta tierra, en esta ciudad, el suelo siempre sigue con las mismas baldosas, que nadie se para a pensar si cambian de un día para el otro… nadie se ha parado a contar nunca cuantas manchas negras se acumulan día tras día en las aceras. El silencio de la noche se vuelve eterno, y de vez en cuando se rompe por alguien, que sabe Dios por qué, que pasa a las tres de la madrugada con su música, haciendo retumbar las ventanas cerradas que aíslan a la gente del mundo exterior, o que al menos eso pretenden. ¿Y qué hay de esas personas que caminan con la cabeza agachada mirando sus jodidos pies? Sí, los mismos pies día tras día, o como si creyeran que iban a tener la suerte que algún día tuvieron encontrando un billete… esos que no saben mantener la cabeza alta porque o no pueden, o son tan egoístas que prefieren no mirar lo que podría ser un desastre que cometieron, y sí, muchas veces son hombres trajeados con un bonito maletín… sin duda, lo más similar que me puedo encontrar al demonio que quiera comprar mi alma. No saben mirara arriba, y, sí lo hicieran, conocerían hasta el último rincón del mundo que les rodea… su estructura, su altura, o incluso la locura que conlleva pensar “¿Eso estaba ahí? Joder, que ciego estoy…”, a pesar de que pases por la misma calle un millón de veces diarias…  y es aquí, donde todo se revuelve en algo que podría catalogar de monótono, algo que se repite como un círculo vicioso o como el dulce juguete sobre la cuna de un bebe, solo que a mí, no consigue engatusarme, o sí, y me da tanto sueño que no descubro nada nuevo y preferiría dormir, y cuando duermo, desaparecer, sin que nadie ni nada de esta tierra se percate de esto… pero ahora, cuando pienso que la monotonía, las calles con los mismos puestos, el olor de las esquinas con los contenedores, o el recuerdo del el perfume que una vez sentí de una chica al pasar, puede estar a punto de desaparecer, comprendo más la magnificencia de donde me encuentro. He alzado mi vista, más allá de edificios, de torres de basura, de aviones que vuelan con una ruta marcada… he alzado tan alto la vista que me he topado con el cielo, y consigo hacer que la nostalgia de perder lo que tengo desaparezca ese día… mientras permanezca debajo de este cielo azul, o gris, o negro, o con manchas blancas, me encontraré siempre en el mismo lugar, el sitio donde quiero estar. Y cuando el reloj marque su hora, y tenga que despedirme de esta tierra, me la llevaré dentro mía como recuerdos y la extenderé hasta donde pueda creerme capaz, como cuando vuelvo con el olor de alguien en la camiseta tras abrazarlo… pero aún así, pronunciaré un bajito “Adiós a mi tierra”, para que ella también tenga mi voz fluyendo eternamente en el aire.   
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